El paisaje era todo blanco, había nevado toda la noche anterior y todo estaba cubierto por una espesa capa de nieve fresca, no habían huellas, no había indicios de que hubiera algún oso, pero mi abuela había insistido, que debía salir, que hoy encontraría mi oso, se lo había dicho los espíritus, se lo había dicho su oso, así que suspire profundo, me coloque mi ropa y mi capa, prepare mi arco y empaque una mochila con lo necesario, tal vez hoy si sería el día? tal vez hoy si podría ser parte de los Aput.
Mi abuela me miro, con sus ojos azules profundo y me sonrió-hoy te aseguro que va a hacer el día en que todo va a cambiar, -¿vas preparado? -
Mire mis cosas, mi indumentaria y la mire a ella con seguridad -Si lo estoy-
-Espera hay algo que he guardado para este momento- salió hacia su habitación y yo aproveche para sentarme y comer antes de salir, no sabía cuánto tiempo me iba a tardar, no sabía si sería rápido o si por el contrario serian varios días. El tiempo es variable en cada prueba, había tenido amigos que en unas horas estaban de vuelta con su oso y otros que había regresado tres meses después, la abuela siempre decía que dependía de que tan preparada está el alma para el viaje. Pensaba en todo lo que había escuchado de mis amigos, de cómo pasaron las 3 pruebas, de cuales les había tocado y repasaba mentalmente todas las estrategias que había creado basado en esas historias, lo que haría si me tocara la prueba del agua, o la del fuego, o la de los árboles.
Fantaseaba sobre lo que sería mi aventura, que oso me escogería, que tanto cambiaría, mientras observaba por la ventana a la aldea. La abuela como guía y líder de los Aput vivía en la parte alta, en una cabaña alejada de todos y cerca del bosque, su conexión con la naturaleza debía ser constante y su oso requería viajes más frecuentes al centro de Kshuk para poder conectar con los espíritus y cargarlos de ese poder ancestral.
-¿en qué piensas?- Mi abuela me saco mi ensoñación -
¿qué pruebas tendré que pasar?, ¿cuánto tiempo será?- le respondí preocupado
Ella me miro con su rostro tranquilo y sereno y me sonrió-Durara lo que tu alma y Kshuk lo indique, estas preparado Nuno, aunque lleno de dudas, yo sé que lo estas, abre tu corazón, libera tu mente y entrégate a Kuipa y al Kshuk-porque los Aput, somos la gente de la nieve, vivimos en la parte mas fría del continente, de los 6 pueblos somos los que aun conservamos nuestras antiguas tradiciones, que nos legó la gran Kuipa, madre de todos y de todo, ella creador del Kshuk y dadora de vida de los 6, sus primeros hijos, nuestros ancestros. Tenemos una vida tranquila, que aún no ha sido tocada por la guerra, somos pacíficos y vivimos para y por la naturaleza, recuerda siempre esto Nuno, ahora que tu viaje empieza, recuerda siempre a tus ancestros y recuérdame a mi.- ella me abrazo muy fuerte, me abrazo como si no fuera a volver a verme, como si no hubiera mañana y yo me estremecí, le tome el rostro con mis dos manos y le dije-abuela, hay algo que no me quieres decir?-
Ella me soltó y negó con su cabeza-No digas locuras, es solo que estoy emocionada, por fin tu día ha llegado- medio sonreí -tienes todo?-asentí. Ella saco una pequeña bolsa su bolsillo, era de cuero y estaba atada a un collar de plata de hielo finamente tallado, tomo mi mano y la coloco allí, al tacto se sentía tibia y ligera. -Esto es un regalo de tu madre, me lo dio días antes de que nacieras, era su tesoro más preciado, es polvo de estrellas, quería que te lo diera el día de tu iniciación-
-De mi madre? -le pregunte sorprendido- ¿pero cómo?- el día de su iniciación fue durante el paso de un comenta por nuestras tierras, fue un momento único y especial para ella, de allí viene su regalo, úsalo sabiamente y solo en momentos de verdadera necesidad y sobre todo no le digas a nadie, sabes muy bien que pueblos enteros han muerto, por esto- Asentí con solemnidad y aprete la bolsa contra mi pecho, era de mi madre, esto fue de ella.
Nos abrazamos con fuerza y afuera el rugido de su oso, nos avisó que ya era la hora, debía partir, tome mis cosas y salí, sin despedirme, sin mirar a tras como dicta la tradición, con una mochila, con mi arco y con la bolsita de mi madre colgando del cuello escondida entre mi ropa, pude sentir la mirada de mi abuela, que me siguió hasta que el bosque me trago.