miércoles, septiembre 28, 2011

Mi perro Ozzy

Era el año 2000, pasábamos por la esquina de donde venden los perros, la del banco Colpatria. Le pedí a mi madre que parara para ver a los cachorros, tenían ese día un montón de frenchs blancos, unos cuantos siberianos y pinchers. Estuve con ellos unos minutos y el señor le dijo a mi mama que porque no me compraba uno ya que estaba tan emocionada, yo la mire y ella respondió que nos teníamos que ir, justo cuando estaba yendo hacia el carro, uno de los cachorros de poddle me siguió hasta que me monte en el carro. Ese día le pregunte a mi mama que si podía tener un perro de nuevo. Mis padres después de nuestro último pincher en la casa de paraíso se convirtieron en nondog friendly, todos los perros que nos regalaban, eran regalados, pero siempre nos decían que se habían perdido. Hacía que por muchos años siempre decían que no a tener un perro, hasta que estaba en el bachillerato, me dejaron tener un coker, Por fin, se llama porque por fin podía tener un perro, pero cuando regrese del viaje de 15 me dijeron que había muerto... por fin solo duro unos meses, el moquillo se lo había llevado. Era un hermoso y soleado viernes, salía de clases y ese día tenía que quedarme en el colegio hasta las 4, esperaba a mi mama en la puerta del colegio porque ella traería el almuerzo, pero ese día trajo algo más, envuelto en unos trapos viejos, estaba un pequeño French!!!! Mi madre me había comprado el perro y yo saltaba de alegría, era tan pequeño que cabía en la palma de mi mano! A mi mama le había dicho que era una tacita de té, años más tarde siempre repetiría que la habían engañado que en vez de una tacita le habían vendido un pocillo!!!. Incluso en el principio era tan pequeño que tuve que ponerle un cascabel para saber dónde andaba y para que no lo pisaran. Le llame Oz, como el mago de Oz, porque yo quería un perro grande, que infundiera miedo, un rottweiler o un doberman, y lo que tengo es un perro pequeño y que infundía pura ternura. Y aunque de Cariño le decía Ozzy con los años su nombre se alargó hasta llegar a Oz Daniel Alejandro Stich de las Mercedez y Arredondo. Mi perro nunca fue perfecto, nunca aprendió a hacer chichi donde debía, siempre ladraba cuando alguien tocaba el timbre, se vengaba orinando en los cuartos de los que trataban mal, corría como un loco por la casa cuando alguien llegaba, era un cobarde cuando de cucarachas o bichos se trataba. Pero era mi perro fiel, estaba siempre dispuesto a jugar conmigo sin importar la hora, a sentarse a mi lado si me sentía mal, a acompañarme mientras leía en el sofá de la sala, a hacerme reír, con las cosas que a veces hacia o cuando salía disparado bajo la mesa porque había visto un bicho enorme o una cucaracha, mi perro siempre me mostraba su mejor lado, no me juzgaba, no me guardaba rencores y a pesar de que no lo dejaba comer todo lo que quería, siempre estaba contento de verme. Dejarlo atrás fue una decisión difícil me daba miedo a que no sobreviviera el viaje, pero me ha dolido aún mas no poder estar a su lado hasta el final, acompañarlo incondicionalmente como él lo hizo durante todos estos años, hacerle sentir que no estaba solo y que era querido. Me duele no haber estado ahí para el como siempre él lo estuvo para mí. Mi Ozzy como lo quería.